Las 'Lágrimas de arrepentimiento' purifican el corazón, dice el Papa a sacerdotes en la Misa Crismal

CIUDAD DEL VATICANO (CNS) -- Justo antes de que unos 1.500 sacerdotes, obispos y cardenales renovaran sus promesas sacerdotales, el Papa Francisco les pidió que abrazaran la "compunción", que dijo era "un aspecto de la vida espiritual bastante descuidado, pero esencial".

Mirando a su etimología, dijo que "la compunción es 'una punción en el corazón', un pinchazo que lo hiere, haciendo brotar lágrimas de arrepentimiento", pero también es el único camino para el crecimiento espiritual y para un ministerio misericordioso hacia los demás.

Al presidir la Misa crismal el 28 de marzo en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco terminó su larga homilía dando las gracias a los sacerdotes presentes y, por extensión, a los de todo el mundo.

"Gracias, queridos sacerdotes, por sus corazones abiertos y dóciles. Gracias por sus fatigas y sus lágrimas, gracias por llevar la maravilla de la misericordia de Dios a los hermanos y a las hermanas de nuestro tiempo", dijo. "Que el Señor los consuele, los confirme y los recompense".

El Papa Francisco predicó durante más de 20 minutos sin aparente dificultad. Aunque presidió la Misa Crismal, que recibe su nombre del aceite de oliva mezclado con bálsamo que se bendice durante la liturgia, el principal concelebrante en el altar fue el cardenal Angelo De Donatis, vicario del Papa para Roma.

La Misa de Semana Santa fue la primera gran celebración litúrgica en la basílica desde que el altísimo baldaquino sobre el altar mayor fue envuelto en andamios para un proyecto de restauración de 10 meses financiado por los Caballeros de Colón.

Unos 40 cardenales, 40 obispos y 1.800 sacerdotes concelebraron la liturgia.

Tras la homilía, los clérigos presentes renovaron las promesas hechas a su obispo en el momento de su ordenación y se comprometieron a esforzarse por estar más unidos a Cristo, ser fieles administradores de los sacramentos y celosos pastores de almas.

A continuación, doce diáconos hicieron rodar grandes urnas de plata con aceite por el pasillo central de la Basílica de San Pedro para que el Papa las bendijera. Los óleos bendecidos se distribuirán a las parroquias de Roma y se utilizarán para los sacramentos del bautismo, la confirmación, la ordenación y la unción de los enfermos en el próximo año.

En su homilía, el Papa Francisco dijo que la compunción "no es un sentimiento de culpa que nos tumba por tierra, no es el escrúpulo que paraliza, sino un aguijón benéfico que quema por dentro y cura, porque el corazón, cuando ve el propio mal y se reconoce pecador, se abre, acoge la acción del Espíritu Santo, agua viva que lo sacude haciendo correr las lágrimas sobre el rostro".

Tener lágrimas de compunción, añadió, "es arrepentirse seriamente de haber entristecido a Dios con el pecado; es reconocer estar siempre en deuda y no ser nunca acreedores; es admitir haber perdido el camino de la santidad, no habiendo creído en el amor de Aquel que dio su vida por mí", dijo. Hay que "fijar la mirada en el Crucificado y dejarme conmover por su amor que siempre perdona y levanta, que nunca defrauda las esperanzas de quien confía en Él. Así las lágrimas siguen derramándose y purifican el corazón".

El cristiano que siente compunción, dijo, "se siente más hermano de todos los pecadores del mundo, sin un atisbo de superioridad o de aspereza de juicio" y tienen "el deseo de amar y reparar".

Los cristianos que sienten compunción, dijo, "se siente más hermano de todos los pecadores del mundo, sin un atisbo de superioridad o de aspereza de juicio" y tienen "el deseo de amar y reparar".

"Queridos hermanos, a nosotros, sus pastores, el Señor no nos pide juicios despectivos sobre los que no creen, sino amor y lágrimas por los que están alejados", dijo el Papa. "Cuánto necesitamos liberarnos de resistencias y recriminaciones, de egoísmos y ambiciones, de rigorismos e insatisfacciones, para encomendarnos e interceder ante Dios, encontrando en Él una paz que salva de cualquier tempestad".

En las sociedades cada vez más seculares, dijo el Papa Francisco, los sacerdotes y otros trabajadores de la Iglesia pueden tener la tentación de ser "muy activos" y, sin embargo, sentirse completamente inadecuados e impotentes.

"Si esto sucede, nos volvemos amargos y sarcásticos", dijo. Pero si "la amargura y la compunción, en vez de dirigirse hacia el mundo, se dirigen hacia el propio corazón, el Señor no dejará de visitarnos y de alzarnos de nuevo".

La compunción, dijo el Papa Francisco, debe promover un espíritu de arrepentimiento, pero motivado por el amor al Señor y seguro del amor del Señor siempre.

Les dio el consejo de "redescubrir la necesidad de dedicarnos a una oración que no sea de compromiso y funcional, sino gratuita, serena y prolongada", dijo a los sacerdotes. Volvamos a la adoración y a la oración del corazón, añadió. "Repitamos: Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador. Sintamos la grandeza de Dios en nuestra bajeza de pecadores, para mirarnos dentro y dejarnos atravesar por su mirada".